Lo que ocurre cuando se escucha a una mente brillante, que trabaja en lo que puede considerarse la “otra primera línea de fuego” frente a la pandemia por coronavirus, es que en este tiempo socio-histórico extraordinario, y frente a la conmoción global que generó este nuevo virus, la ciencia responde cada vez con más investigación original, innovadora y genuina. Ese otro “fuego sagrado” habita en los interiores de los laboratorios en donde se desarrollan prolífica, mancomunada e ininterrumpidamente los estudios científicos detrás de terapéuticas con medicamentos, sueros y vacunas en todo el mundo, y entre los que existe consenso de que es mejor partir de saberes ya conocidos, no sólo para cumplir con la eficacia y seguridad que requiere el rigor científico; sino también, con la velocidad que exige la cura del COVID-19, y así poder perforar la inercia de la pandemia.
La mente brillante es la del doctor Murat Gunel. Un científico médico de origen turco y formado académicamente en los Estados Unidos, habiendo llegado hasta la élite del saber: es el jefe del programa de Cirugía neurovascular y presidente de Neurocirugía de la Universidad de Yale; y profesor de Genética y Neurociencias en esa prestigiosa casa de estudios del estado de Connecticut.
La pandemia obsesionó al doctor Murat en la búsqueda de una cura o freno accesible para la enfmerdedad que provoca el “terrible virus SARS-CoV-2″, como él mismo definió a la peste. Y en su doble condición, de científico número uno y como principal asesor y cerebro de la compañía biofarmacéutica de vanguardia AI Therapeutics; que ya logró a través de un algotitmo y usando inteligencia artificial, producir una droga target ya conocida, que demostró in vitro ser eficaz para frenar la progresión del virus SARS- CoV-2 en pacientes recién diagnosticados con COVID-19.
En Murat parece sintetizarse lo único que actualmente está disponible para enfrentar a esta pandemia, una especie de fusión de épocas: por un lado, las estrategias epidemiológicas ligadas al comienzo del siglo XIX con la aplicación de protocolos de conducta social (que han servido para derrotar otras pestes) como los aislamientos y confinamientos, distanciamiento social e higiene general; y por el otro, el aporte del siglo XXI, con la aplicacion de la inteligencia artificial y de la ingeniería genética para crear vacunas o fármacos de última generación.
Este flamante estudio en Fase II de la Universidad de Yale junto al laboratorio AI Therapeutics que lideró Murat demostró in vitro – más precisamente en la popular Placa de Petri- frenar la progresión del coronavirus, con el uso de una droga target (dimesilato de apilimod, según su denominación química) pero redireccionada – porque ya se conocía su eficacia y seguridad en otros males – a través de inteligencia artificial para tratar al SARS-COV-2. A la droga target la llamaron LAM 2. Ahora queda comenzar con las pruebas en humanos y las aprobaciones finales de la agencia regulatoria de Estados Unidos, FDA. Así es como adquiere vigencia la idea de que la reutilización de medicamentos conocidos podría acelerar significativamente el despliegue de nuevas terapias para derrotar al COVID-19.
Infobae