Berlín, 25 feb (EL PAÍS).- La conmoción por la tragedia que se desencadenó en la tarde del lunes en la pequeña localidad alemana de Volkmarsen, cuando un joven de 29 años lanzó su coche Mercedes Benz contra la multitud que presenciaba el desfile de carnaval, se percibe aún en las calles de la ciudad. La televisión germana muestra una y otra vez los destrozos del ataque, cuyo balance de heridos la policía elevó este martes a 61. La atmósfera en el lugar es fantasmal. La gente habla de rabia, consternación y tristeza.
Según la policía, 35 personas siguen hospitalizadas, varias en estado grave. Las víctimas tienen edades comprendidas entre los 2 y los 85 años y 20 de ellas son niños, informó la Fiscalía de Fráncfort.
Hasta el momento, los encargados de la investigación —fiscalía y policía— aún no han descubierto los motivos que llevaron a Maurice P. a perpetrar el atropello masivo. El autor del suceso sufrió heridas graves en la cabeza que han impedido que las autoridades hayan podido interrogarlo. En este sentido, el portavoz de la Policía del Norte de Hesse, Henning Hinn, en una comparecencia ante los medios en Volkmarsen, afirmó que aún no pueden “decir nada” sobre el posible móvil del conductor, un alemán de 29 años natural de Volkmarsen que tenía antecedentes policiales. La Fiscalía de Fráncfort asumió la investigación por un presunto delito de intento de asesinato.
El autor no estaba fichado como extremista, pero sí era conocido como un hombre violento y antisocial. El día del atentado, Maurice P. no actuó bajo la influencia del alcohol, aunque pudo haber consumido otras sustancias.
Según la revista Focus, el conductor era conocido en el mundo de las drogas en el pueblo. “Quizás estaba buscando llamar la atención”, afirmó un traficante a la publicación, quien añadió que el ahora detenido era su cliente desde hacía 18 meses.
Sus vecinos cuentan que era un hombre solitario, casi sin contactos entre ellos, algo raro en un pueblo pequeño donde todos se conocen. “Maurice era un hombre muy discreto”, dijo su casero, citado por la revista Der Spiegel. “Nunca le hubiera creído capaz de hacer lo que hizo”. Maurice P. había vivido durante seis años con su abuela en un apartamento ubicado en el centro del pueblo. Según esta fuente, ella le había llamado porque quería borrar a su nieto del contrato de alquiler.