En una ceremonia marcada por la solemnidad y el simbolismo, Nicolás Maduro asumió este jueves un nuevo mandato presidencial en Venezuela. La toma de posesión, que tuvo lugar en el Palacio de Miraflores, contó con la presencia de representantes de países aliados y líderes de movimientos sociales, mientras la oposición venezolana y parte de la comunidad internacional cuestionan la legitimidad del proceso electoral que lo llevó a la reelección.
En su discurso inaugural, Maduro prometió “seguir avanzando hacia la consolidación del socialismo bolivariano” y destacó los logros de su gobierno en medio de lo que denominó un “bloqueo económico y mediático impuesto por el imperialismo”. Asimismo, hizo un llamado al diálogo y a la unidad nacional, enfatizando que su prioridad será “la recuperación económica y la lucha contra las sanciones”.
A pesar de los mensajes conciliadores, el nuevo mandato enfrenta una serie de desafíos internos. La crisis económica persiste, con una inflación descontrolada y el colapso de los servicios públicos, mientras que la emigración masiva de ciudadanos sigue afectando al país. Según cifras recientes de la ONU, más de 7 millones de venezolanos han abandonado su país en la última década.
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La toma de posesión también ha estado rodeada de controversia en el ámbito internacional. Países como Estados Unidos, Canadá y miembros de la Unión Europea han reiterado su rechazo al proceso electoral, calificándolo de “fraudulento”. Por su parte, aliados estratégicos como Rusia, China e Irán enviaron delegaciones oficiales y reafirmaron su apoyo al gobierno de Maduro.
Entre los asistentes, destacó la presencia del presidente de Bolivia, Luis Arce, y representantes de Cuba y Nicaragua, quienes celebraron lo que denominaron una “victoria del pueblo venezolano frente a las agresiones externas”. Las calles de Caracas, sin embargo, reflejaron una realidad dividida, con algunos sectores celebrando la continuidad del chavismo, mientras otros manifestaron su descontento con protestas pacíficas.
Analistas señalan que el principal reto de Maduro será recuperar la confianza de los ciudadanos y establecer un panorama de gobernabilidad en medio de la creciente desconfianza hacia las instituciones. Además, la presión de organismos internacionales para reactivar las negociaciones con la oposición plantea un escenario complejo que podría definir el rumbo político del país en los próximos años.
Este nuevo periodo presidencial se percibe como una prueba crucial para el chavismo, que, tras más de dos décadas en el poder, enfrenta un panorama de agotamiento social y económico. Mientras tanto, los ojos del mundo seguirán puestos en Venezuela, un país que, pese a sus desafíos, continúa siendo un foco de interés geopolítico en América Latina.