En una de las operaciones más letales de los últimos años, las fuerzas de seguridad de Pakistán abatieron el 27 de abril a 54 insurgentes que intentaban infiltrarse desde Afganistán hacia la región de Waziristán del Norte. Según el ejército paquistaní, los militantes pertenecían al Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP) y estaban respaldados por «entidades extranjeras» con el objetivo de ejecutar ataques de alto perfil dentro del país. El gobierno de Islamabad insinuó que India podría estar detrás de este intento de desestabilización, en medio de una creciente crisis diplomática entre ambos países.
El ministro del Interior, Mohsin Naqvi, calificó la operación como un «éxito significativo» en la prevención del terrorismo. Tanto el presidente Asif Ali Zardari como el primer ministro Shehbaz Sharif elogiaron a las fuerzas armadas por su rápida respuesta. Sin embargo, la tensión aumentó cuando el ministro de Información, Attaullah Tarar, acusó a India de utilizar el reciente atentado en Pahalgam, Cachemira, como una distracción para encubrir su supuesto apoyo a grupos insurgentes como el TTP y el Ejército de Liberación de Baluchistán.
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El ataque en Pahalgam, ocurrido el 22 de abril, dejó 26 turistas muertos y más de 20 heridos. India responsabilizó al grupo Frente de Resistencia, vinculado a Lashkar-e-Taiba, una organización con base en Pakistán. En respuesta, Nueva Delhi suspendió visas para ciudadanos paquistaníes, cerró fronteras y revocó el Tratado de las Aguas del Indo. Islamabad negó cualquier implicación y tomó medidas similares, incluyendo la suspensión del Acuerdo de Shimla y el cierre de su espacio aéreo a aerolíneas indias.
La situación se ha deteriorado aún más con intercambios de fuego a lo largo de la Línea de Control en Cachemira. India ha intensificado sus operaciones militares en la región, mientras que Pakistán ha elevado su nivel de alerta. El ministro de Defensa paquistaní, Khawaja Asif, advirtió sobre una posible incursión militar india, aunque aseguró que las armas nucleares solo se utilizarían si la existencia del país se ve amenazada.
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El conflicto también ha tenido repercusiones internas en Pakistán. El 28 de abril, una bomba explotó frente a una oficina de un comité de paz progubernamental en Wana, Waziristán del Sur, causando al menos siete muertos y 16 heridos. Aunque ningún grupo ha reivindicado el ataque, las autoridades sospechan del TTP, lo que subraya la persistente amenaza de la insurgencia en la región.
La comunidad internacional ha expresado su preocupación por la escalada entre dos potencias nucleares. China ha instado a ambas naciones a ejercer «máxima moderación», mientras que la ONU ha pedido una resolución pacífica del conflicto. Sin embargo, con acusaciones cruzadas y acciones militares en aumento, el riesgo de una confrontación directa sigue latente.

