El líder norcoreano, Kim Jong Un, ha cerrado la puerta a la posibilidad de una reunificación con Corea del Sur, eliminando cualquier expectativa de acercamiento entre las dos naciones. En una reciente declaración, Kim anunció que su gobierno prohibirá explícitamente cualquier intento de reunificación, endureciendo aún más las relaciones en la península coreana, que ya están marcadas por décadas de tensiones y conflictos políticos.
La decisión fue presentada como una política de «autonomía absoluta», argumentando que la reunificación con Corea del Sur sería un acto de traición a los valores del régimen norcoreano. Kim afirmó que su país se enfocará en fortalecer su soberanía y continuar desarrollando su capacidad militar, una postura que refleja su rechazo a las iniciativas de paz promovidas por gobiernos surcoreanos en años recientes.
En el discurso, Kim también acusó a Corea del Sur de actuar como un “títere” de Estados Unidos, alimentando tensiones en lugar de buscar soluciones reales. Este tipo de retórica es común en el régimen de Pyongyang, que utiliza a Washington como chivo expiatorio para justificar sus posturas beligerantes y su aislamiento internacional.
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La relación entre las dos Coreas ha empeorado notablemente en los últimos años, especialmente después de que Corea del Norte intensificara sus pruebas de misiles balísticos, violando resoluciones de la ONU. Por su parte, Corea del Sur, en colaboración con Estados Unidos, ha reforzado su presencia militar en la región, aumentando los ejercicios conjuntos, lo que Pyongyang considera una amenaza directa.
El anuncio de Kim llega en un momento en el que el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, ha intentado mantener una postura firme frente a las provocaciones norcoreanas. Sin embargo, expertos advierten que este endurecimiento por parte de Pyongyang podría cerrar cualquier espacio para un diálogo significativo a corto plazo.
En el ámbito interno, la decisión de Kim también parece estar diseñada para consolidar su liderazgo, presentándose como un defensor de la soberanía norcoreana frente a amenazas externas. Sin embargo, este enfoque podría aislar aún más al país en un momento en que enfrenta crecientes dificultades económicas y humanitarias debido a las sanciones internacionales y las políticas de autarquía.