Mientras limpiaba la habitación de su hijo Brian, de 19 años, Terri Cohee descubrió la terrible situación y llamó a la policía, en la ciudad de Grand Junction en Colorado. Esa noche, tras ser detenido, el joven contó detalladamente cómo mató a un indigente que dormía en la calle y qué pensaba hacer con el cuerpo.
Frente a la atónita policía, dijo que era su primer delito, pero que planeaba cometer más. En la llamada se puede evidenciar el tono de voz de la madre que refleja desesperación u horror.
– 911, habla John. ¿Cuál es su emergencia? – pregunta el policía de turno con la fórmula habitual.
-Hola, esta es una emergencia. Encontré algo en el placard (armario) de mi hijo, envuelto en una bolsa de plástico – dice la mujer, con voz chillona y casi llorosa.
¿Qué es? – pregunta, todavía en tono profesional, el agente.
-Creo que es una cabeza humana… – dice la mujer.
Esa mañana la madre aprovecha que su hijo salió para poder hacer la limpieza del cuarto y al momento de revisar su armario encuentra dos bolsas de plástico en las cuales se podía ver a larvas caminando dentro de las bolsas, ella baja a la cocina y en el lavaplatos decide abrir las bolas y vio que dentro de la bolsa había una cabeza humana de un hombre.
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Brian llevaba meses planificando el crimen. En su confesión contó que hacía tiempo que recorría las calles de Grand Junction en busca de la víctima adecuada. Quería matar a alguien, pero no a cualquiera. “Buscaba a alguien que no tuviera hogar o a una prostituta, a alguien que si desaparecía nadie lo extrañara”, explicó.
En la confesión, el asesino dijo que en un primer momento pensó en dejarlo ahí, pero que temió haber dejado fibras de su ropa en el cadáver. Para borrar los rastros, lo decapitó, le cortó las manos y metió el resto del cuerpo en el baúl del auto, para tirarlo en una zona desolada, a orillas del río Colorado. Hizo, más que eso: intentó hundir el auto en el agua, pero lo logró a medias.
Para dificultar la identificación del muerto, se llevó la cabeza y las manos a su casa. Contó que pensaba tirarlos en diferentes lugares e incluso le hizo un croquis a la policía para mostrar los que había elegido.