En estos tiempos politizados y pesimistas, este artículo resultará polémico para algunas personas. Para cualquiera que haya perdido algún familiar o amigo por el COVID-19, por favor, acepte nuestro pésame. Cuando la pandemia nos afecta en un nivel personal, cualquier estadística nacional o regional es un consuelo inútil y puede resultar molesta o insultante.
Pero las estadísticas importan, y su análisis consciente es vital para nuestro entendimiento de la versión de 2019 del coronavirus.
Nuestro equipo en Inteligencia de Mercados de las Américas (AMI, por sus siglas en inglés) no incluye ningún epidemiólogo o médico de ningún tipo. No pretendemos ser autoridades en la industria de la salud, pero sí somos analistas experimentados en América Latina. Dada la abrumadora cantidad de información relacionada con el COVID-19, nos importa intentar analizarla y extrapolar la dispersión futura del coronavirus en el continente. Sólo entonces podríamos empezar a predecir el futuro económico de la región. Reitero, el objetivo de este artículo es ayudar a predecir cómo el coronavirus impactará a las poblaciones latinoamericanas y sus economías. No pretendemos influenciar decisiones políticas o personales. En nuestra agenda sólo está predecir el futuro.
¿Cuándo alcanzamos el umbral de inmunidad de rebaño?
Siete meses después de que el COVID fue detectado por primera vez en Wuhan, el mundo ha montado una curva de aprendizaje muy empinada y ahora tenemos un entendimiento mucho mejor de las cosas que impulsan el avance del virus, así como las que lo van a detener.
Una de las lecciones importantes la noción de inmunidad de rebaño [1]. Al principio de la crisis, fueron muy sonadas las dos vías a través de las cuáles era posible alcanzar el umbral de inmunidad de rebaño (UIR): vacunación generalizada o la infección de aproximadamente 60 % de la población con base en el nivel de contagio valuado con un R0 de 2.5, que significa que por cada persona infectada, 2.5 más tendrán contagio. (R0 es el número de reproducción, una métrica usada para describir la intensidad de un brote de alguna infección contagiosa. La definición formal de R0 es el número promedio de casos que una persona infectada causará durante su periodo de contagio.) La influenza estacional tiene UIR cercano al 45 %, comparada con el de 60 % para el COVID-19. En cualquier caso, una vez que la población llega al UIR, el virus se extingue porque no puede encontrar nuevos anfitriones.
Sin embargo, el UIR de 60 % para el COVID-19 está basado en una teoría matemática que supone una sociedad homogénea, conectada y distribuida de forma proporcional. Las sociedades reales no son así. Científicos de Oxford, el Tecnológico de Virginia, y la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool publicaron un reporte que demuestra cómo las variaciones naturales de la población ayudan a disminuir el umbral de forma dramática.
Otra explicación para que el UIR práctico sea menor que el teórico es la alta probabilidad de que gran parte de la población ha estado expuesta a otras cepas del coronavirus en el pasado. Otro estudio multiautorial mostró que hasta el 81 % de nosotros puede presentar una respuesta grave al COVID-19 si nunca fuimos expuestos a él con anterioridad.
Un estudio similar, publicado recientemente en Suecia, concluyó que “alrededor del doble que las personas con anticuerpos detectables son individuos que desarrollaron inmunidad de células-T.”
Esta era una sospecha desde que el coronavirus se dispersó en “un experimento de laboratorio de la vida real”. En el crucero Diamond Princess, sólo 17 % de los sujetos resultaron positivos, lo que implica que el 83 % restante estaba protegido contra el virus de alguna forma. Algunos están preocupados de que el conteo de anticuerpos de los infectados pueda extinguirse rápidamente, como demostró un estudio de Kings College en marzo y abril de 2020 que analizó la sangre de las víctimas 3 meses después de su recuperación. Pero, un ensayo bien argumentado en la revista Atlantic, tras la aparición de los encabezados fatalistas causados por el estudio, dio uno de los contra argumentos más claros : “Si observas la vacuna contra la viruela, verás que el conteo de anticuerpos disminuye en un 75 % seis meses después de la aplicación. Pero esa es una vacuna que funciona por décadas.”
REUTERS/Kim Kyung-Hoon
En la mayoría de los países, un mínimo del 70 % de la población vive en áreas urbanas en las que los virus se distribuyen fácilmente, pero estos centros urbanos están separados por áreas rurales que permiten que un virus quede extinto localmente si el movimiento es limitado. Como resultado de estos factores, los virus tienden a consumirse con niveles de infección menores que los que sugieren los modelos teóricos. Los años en los que la vacuna contra la influenza estacional no sirve, la cepa más reciente queda extinta después de que el 10-15 % de la población estuvo infectada, un umbral mucho menor que el teórico (45 %).
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la influenza estacional de 2017, una cepa particularmente peligrosa, provocó el deceso de 1.2 millones de personas a nivel mundial, o aproximadamente 0.1 % del 15 % de la población mundial que estuvo infectada. El COVID parece ser tres veces más letal que la influenza de 2017, y 6 veces más que la influenza estacional normal, por lo que provocaría la muerte del 0.3% de los infectados.
Incluso la Gripe Española de 1918, que tenía un R0 de 2, quedó extinta tras un de 20 % de infecciones, no el 55 % teórico.
Hay quien se refiere a este umbral menor (y más realista) como punto de quiebre de la enfermedad (PQE), en oposición del UIR, que es teórico. De acuerdo con las lecciones aprendidas en el pasado, el PQE del COVID-19 debería alcanzarse cuando el 15-20 % de la población se haya infectado.
EFE/EPA/JUSTIN LANE
En algunas partes de Europa abrumadas por el COVID-19 (Bélgica, España e Italia) y algunas ciudades como Nueva York, el conteo diario de muertes (hasta julio de 2020) ha disminuido constantemente a pesar de que terminaron medidas de cuarentena y abrieron fronteras. Las autoridades de salud de estas jurisdicciones reconocen que sus comunidades alcanzaron, o están cerca de, el PQE. Su experiencia trágica nos sirve como una lección invaluable.
CUATRO ESCENARIOS NACIONALES
Las consecuencias del COVID-19 afectaron al mundo de forma irregular. En algunos países como Taiwán, Corea, Singapur y China la contención temprana fue un éxito. En otros, medidas de cuarentena y políticas agresivas de detección lograron poner el virus bajo control. Otras regiones que cometieron errores, donde las pruebas fueron lentas y que tienen alta densidad de población tuvieron resultados catastróficos. Para simplificar el análisis, dividimos a las naciones del mundo en cuatro grupos.
Grupo 1: Naciones insulares pequeñas
Las naciones insulares con relativamente poca población, que pueden aislarse del resto del mundo en cuestión de horas, lograron una contención constante del virus. Países como Aruba, Australia, Cuba, Islandia, Jamaica, Corea del Sur y Trinidad y Tobago, entre otras, normalmente están regidas por una autoridad sanitaria central. Su categoría insular les brinda un sentimiento de unidad cuando están amenazadas por el exterior, lo que facilita el cumplimiento social de las normas preventivas. Estas características son similares entre todas las naciones insulares pequeñas, independientemente de de sus índices de riqueza, educación, o cualquier medida de desarrollo económico.
Los índices de mortandad bajos corresponden con porcentajes de infección menor. Estos países están lejos de alcanzar el PQE, por lo que necesitarán permanecer cerrados o muy vigilantes con sus fronteras hasta que tengan acceso a una vacuna. Ese es un desafío para países insulares que dependen del turismo para impulsar su economía, pero las encuestas regionales muestran un respaldo social a la continuidad de las medidas de cuarentena hasta que puedan protegerse con una vacuna.
EFE