Bahamas, 3 Sep (EL PAÍS).- Clavado durante dos días encima de las islas noroccidentales de Bahamas, azotando con una intensidad nunca antes vista en este archipiélago habituado a las inclemencias del final del verano, el huracán Dorian avanza este martes lentamente, debilitado hasta una categoría 2, hacia las costas estadounidenses. Atrás deja un rastro de absoluta devastación sobre el que empezarán a desplegarse esta noche los servicios de emergencia. «Bahamas está ahora mismo en guerra, atacado por el huracán», dijo el primer ministro, Hubert Minnis, «y no dispone de armas para defenderse de semejante asalto del enemigo».
«En esta etapa lo que tenemos son datos secundarios ya que, debido a la enorme intensidad del huracán, el Gobierno ha impedido la entrada en la zona y no se podrá acceder hasta esta noche. Hasta que no estén los equipos sobre el terreno, no tendremos una visibilidad clara de las necesidades», explica por teléfono Regis Chapman, jefe de la oficina para el Caribe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que viajaba este martes de Barbados a Bahamas.
«Bahamas es un país más desarrollado, tiene mejores infraestructuras y estándares de construcción que otros países del Caribe, y el Gobierno sigue intacto en la capital, lo cual facilitará la coordinación de la emergencia. Pero hay que tener en cuenta que el huracán, con categoría 5, estuvo dos días clavado encima de las islas, y no hay infraestructuras capaces de soportar un azote así», añade Chapman.
Las Ábaco, castigadas con especial virulencia por el Dorian, que dejó al menos cinco muertos en este entramado compuesto de dos islas (Gran Ábaco y Pequeña Ábaco) y un gran número de cayos, no responden al estereotipo de complejos turísticos y cruceros que se asocia con Bahamas. Escasamente pobladas, sus 13.000 habitantes se dedican principalmente a la pesca. Hay numerosos inmigrantes haitianos, muchos de ellos huidos de otros desastres naturales como el terremoto de 2010.
Gran Bahama, isla a la que golpeó el huracán después de cebarse con las Ábaco, tiene una población de 52.000 habitantes y más infraestructura turística, con resorts, puertos deportivos y campos de golf. Sus idílicas cabañas y la oferta de actividades acuáticas la convierten en un destino popular entre familias estadounidenses. Su capital, Freeport, es la segunda mayor ciudad de Bahamas, y su aeropuerto se encontraba ayer anegado bajo dos metros de agua, según Associated Press. Con cinco muertes confirmadas el lunes, solo este martes se ha empezado a atisbar el alcance total de lo que el primer ministro calificó de «una tragedia histórica».
La violencia de los vientos y las lluvias arrasó hasta 13.000 casas, un 45% del total de las viviendas de Gran Bahama y las Ábaco, según Cruz Roja. Más de 60.000 personas necesitarán comida y agua potable, según oficiales de Naciones Unidas.
El ministro de Sanidad, Duane Sands, confirmó que la infraestructura sanitaria ha quedado arrasada y que las inundaciones han dejado inutilizable el principal hospital de Gran Bahama. El hospital de las islas Ábaco mantiene su actividad y acoge a 400 personas, pero necesita con urgencia medicinas, agua potable y víveres. «Confirmaremos sobre el terreno cuál es la verdadera situación», dijo Sands. «Esperamos y rezamos por que la pérdida de vidas sea limitada».
«Lo más urgente es medicinas, comida y agua potable, cuyas reservas típicamente se ven afectadas en estas catástrofes», explica Chapman. «También hay que tener en cuenta que estos sucesos son traumáticos y producen un enorme impacto en las personas. La atención a los afectados debe ser duradera».