La encuestadora Latinobarómetro aseguró en su último sondeo regional que sólo el 48 por ciento de los consultados apoya a la democracia como régimen político, cuando trece años atrás la defensa del sistema institucional alcanzaba el 63 por ciento.
En este contexto, a partir de un mandato explícito de la Asamblea General de la OEA, se creo el Grupo Voluntario de Seguimiento a la Carta Democrática Interamericana que lidera Estados Unidos y acompaña otros 16 estados miembros, entre ellos Argentina, Brasil, Canadá, Colombia y México. La Carta Democrática terminó con este irregularidad institucional al establecer que sólo los países con gobiernos democráticos podrán participar como miembros de la OEA. Fue un avance inmenso, en una región que padeció golpes de Estado desde comienzos del siglo XX.
Nicaragua y Venezuela son dos ejemplos actuales que encajan en el concepto de democracia falaz: se vota, pero no hay representación popular; hay división formal de poderes, pero todo se concentra en la figura del dictador. Nicolás Maduro o Daniel Ortega, por caso.
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El debate en el Consejo Permanente en la OEA, que ayer lideró el Grupo Voluntario de Seguimiento de la Carta Democrática, apunta a evitar que los procesos de Nicaragua y Venezuela se repitan en América Latina y a crear mecanismos hacia adelante que impliquen también una sanción política y moral a la dictaduras regionales.
Luis Almagro, secretario General de la OEA mencionó: “Es imperativo resaltar la perfectibilidad de la democracia para comprender que no es estática, sino que está en constante evolución y requiere un gran empeño de nuestra parte para mejorarla. Reconocer esta perfectibilidad pasa por entender que siempre hay espacio para mejorar procesos, prácticas e instituciones con el objetivo de hacerla más inclusiva, participativa y efectiva. Este es el espíritu que llevó a los Estados miembros a crear el año pasado el Grupo Voluntario de Seguimiento a la Carta Democrática Interamericana”.