Algo más de 150 jefes de Estado y de Gobierno intervinieron durante la última semana ante la Asamblea, algunos por vídeo y muchos otros tras viajar a Nueva York en persona, lo que devolvió cierta sensación de normalidad a la gran cita de la diplomacia internacional tras el parón provocado por el coronavirus.
Que el viaje era en sí mismo un riesgo lo demostró, por ejemplo, que cuatro miembros de la delegación brasileña han dado positivo tras regresar de Nueva York, por lo que las advertencias de la ONU de limitar los viajes y los aforos no fueron exageradas.
Para esta última jornada quedaron casi en exclusiva países representados por ministros o diplomáticos de menor rango, con la gran excepción de Israel, cuyo nuevo primer ministro, Neftali Bennett, esperó hasta hoy para pronunciar su primer discurso en Naciones Unidas.
Bennett centró buena parte de sus palabras en Irán, a quien presentó como una gran amenaza para Oriente Medio y el resto del mundo, sobre todo por un programa atómico que, aseguró, ha dado «un gran salto» en los últimos años.
«El programa de armas nucleares de Irán está en un momento crítico», defendió el líder israelí, que acusó a otros países de ignorar repetidas pruebas de esos avances o de haberse «cansado» de este asunto.
«Israel no tiene ese privilegio. No nos cansaremos. No vamos a permitir que Irán adquiera un arma nuclear», insistió Bennett, que pareció renunciar a la diplomacia al subrayar que «las palabras no detienen las centrifugadoras» atómicas.
También se esperaba con interés la intervención de Francia, protagonista de una de las controversias que centró la atención en los primeros días de la Asamblea General: la crisis abierta entre París y Washington a raíz del acuerdo de defensa de EE.UU. con Australia y el Reino Unido que llevó a la cancelación de un lucrativo contrato para producir submarinos nucleares.
En su discurso, el ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, evitó referirse directamente a ese contencioso, pero insistió en que las grandes potencias tienen que reforzar su diálogo en materia militar y de seguridad colectiva.
Le Drian dejó claro que Francia mantiene grandes intereses en la región del Indopacífico y dijo que trabajará en favor de la paz y estabilidad allí «con sus socios de buena voluntad» y con el respaldo del resto de países europeos.
La Asamblea General se celebraba este año con dos sonadas peleas para dirimir quién debía usar el podio de Naciones Unidas para hablar en representación de Afganistán y de Birmania tras el derrocamiento este año de sus respectivos Gobiernos.
Los dos casos se cerraron este lunes con tablas, pues ni los embajadores de esos anteriores Ejecutivos -que continúan siendo los representantes oficiales de sus países en la ONU- ni las nuevas autoridades que asumieron el poder por la fuerza intervinieron en los debates.
El representante birmano y, a última hora, también el de Afganistán renunciaron a tomar la palabra, lo que dejó vacante el turno de los dos países, pues ni la Junta militar de Birmania ni los talibanes han obtenido por ahora las credenciales necesarias para participar en la ONU a pesar de haberlo intentado.
La situación en Afganistán fue abordada esta semana en numerosos discursos y reuniones paralelas, con repetidos llamamientos a dar prioridad a la entrada de ayuda humanitaria en el país y a exigir a los talibanes el respeto de los derechos humanos, pero sin apenas acciones concretas.
Para la propia ONU, dos asuntos estaban por encima de todo en la agenda de cara a esta semana de reuniones: avanzar en la vacunación contra la covid-19 a escala global y lograr nuevos compromisos en la lucha contra el cambio climático.
Así lo había señalado de antemano el secretario general de la ONU, António Guterres, que se ha entrevistado en los últimos días con prácticamente todos los líderes que han pasado por Nueva York.
EFE