Creo que durante las últimas dos semanas quedó demostrado que, cuando nos falta nuestra dosis de deporte, lo echamos de menos al instante.
Tristemente, la pandemia de coronavirus significa que vivimos en una época de fuerza mayor: circunstancias que fueron imposibles de evitar para el público general y han tenido un impacto profundo en nuestra forma de vida. Por tanto, es fundamental que cambiemos nuestro comportamiento y bajemos un cambio con ese impulso de «lo quiero, así que voy a hacerlo, o a tenerlo» que domina a muchas sociedades alrededor del mundo.
El deporte se fue cerrando gradualmente –La Liga, que cubrí durante 25 años, está en pausa desde el 10 de marzo– y en vista de los problemas que están sufriendo los sistemas de salud y de la cantidad de gente que ya ha sufrido o ha muerto, es algo tan inevitable como correcto. Escribir esta columna mientras temo por tanta gente que conozco que parece vulnerable al coronavirus no se siente «incorrecto», pero dejemos en claro aquí y ahora que coincidimos sobre el hecho de que hay miles de temas más importantes, más urgentes y más preocupantes que el fútbol.
Sin embargo, sugiero que a muchos de nosotros nos cuesta vivir sin fútbol, no sólo por su efecto hipnótico, sino porque realmente estimula algo muy parecido al «amor» dentro de nosotros. Si quitas las endorfinas que este maravilloso, excéntrico, frustrante, desolador, inspirador y heroico estimulante deportivo nos brinda, va a doler. Mucho.
Quizá sea por esto que se le presta tanta atención y se pone tanto énfasis en este momento sobre el restablecimiento de un calendario provisorio, tanto de parte de las respectivas autoridades como del (despojado) público.
Se habla de cierres de campaña para junio y julio en las ligas, y la Eurocopa y la Copa América se pasaron a 2021. Otras cuestiones más secundarias, como cuándo podría comenzar la temporada 2020-21, o el efecto dominó que tendrá todo esto en el Mundial 2022, por ahora pueden esperar.
Lo lógico es que las autoridades planifiquen la reanudación de las actividades. No tiene sentido que nuestros científicos y trabajadores de la salud luchen contra el virus, finalmente pasemos página, y luego no haya nada planeado. Sobre todo, considerando que tal como en la sociedad en sí, en el fútbol hay muchas personas cuya situación económica no habrá sido meramente delicada, sino desastrosa.
Temo que algunos clubes quedarán al borde de la quiebra si no se puede reanudar el calendario a finales de la primavera o principios del verano europeo. La pérdida de ingresos es enorme e inesperada, y, en caso de fuerza mayor, por lo general no está asegurada. Pero cada club, sin importar qué tan pequeño, está compuesto por un sinfín de personas, y tristemente habrá empleados, personal voluntario y trabajadores a tiempo parcial, y sobre todo hinchas, que se verán terriblemente afectados durante la lucha contra el virus.
Permítanme aclarar una vez más qué es lo fundamental en este momento: que todos ellos, todos ustedes, estén sanos y fuertes. Habiendo aclarado eso, hay dos cosas que parecen estar muy claras.
La primera, y esto es una opinión, no la palabra de un experto, es que suena muy optimista pensar que habrá fútbol europeo –ya sea Europa League o Champions League– antes de varios meses. Espero estar equivocado, pero habiendo viajado por Europa recientemente, lo que está muy claro es que esta pandemia está afectando a los países de forma escalonada, y cada uno ha reaccionado de manera distinta. Por lo tanto, no parece razonable pensar que todas las ligas estarán listas para retomar al mismo tiempo.
En este momento, es importante estar informados, ser responsables, activos, generosos y positivos, pero creo que esta última palabra no hace referencia al optimismo ciego.
Creo que aquellos de nosotros que nos apoyamos en el fútbol como sustento, por entretenimiento, por pasión, por «amor», por la distracción, o simplemente porque es parte de nuestra rutina, deberíamos prepararnos para la posibilidad de que estemos muy lejos de poder completar la mayoría de las competencias.
E incluso cuando finalmente empecemos a jugar, o cuando la vida empiece a volver a la «normalidad», ¿entonces qué?
Durante las últimas décadas, el status global del fútbol no ha parado de crecer. Diría que, hasta esta lamentable y sorpresiva pausa, era posible ver partidos de fútbol 364 días al año, a toda hora, independientemente de donde te encontraras en el mundo.
Para algunos jugadores ha sido era una mina de oro. Ganan bien, gozan de un cierto grado de fama y reconocimiento – y tienen descansos. Sin embargo, a los que se consideran de «elite», los hemos estado exprimiendo hasta que su grandeza se ha comenzado a secar.
En la cima, Lionel Messi ha jugado un partido cada seis días en los últimos diez años y medio — un total de 649 partidos para su club y su país. Suma los entrenamientos, viajes, sesiones de fisioterapia, compromisos con los sponsors, horas de sueño, responsabilidades con los medios de comunicación y es increíble que este hombre haya tenido un rato para pensar en cualquier otra cosa.