Guadalajara, 5 Sep (BBC).- La gente comenzó a irse de ahí en mayo, cuando la policía encontró un cuerpo en descomposición en el interior de una casa de ese tranquilo barrio.
El mes pasado, una víctima de secuestro pudo escapar a sus captores y pidió a la policía entrar a otro domicilio en la misma calle. En el interior fue hallado un cadáver y tres cabezas decapitadas.
En lo que va de año, se han ubicado más de 15 sitios de asesinatos y entierros clandestinos, algunos con docenas de cadáveres, dentro de casas en Guadalajara, la capital del estado de Jalisco.
Este es un acontecimiento aterrador en un país donde más de 40.000 personas han sido reportadas como desaparecidas desde 2006.
Cuando los delincuentes entierran a las víctimas en propiedades privadas, se benefician de barreras legales que impiden a las autoridades llegar hasta donde están los cadáveres.
«Puedes sentir el miedo»
Los grupos de búsqueda en Guadalajara ya no pueden valerse solo de las palas; ahora necesitan excavadoras y taladros para perforar el hormigón.
El silencio de los vecinos alimenta la impunidad. Aunque algunos llegan a escuchar gritos o perciben un olor a carne en descomposición, pocos se atreven a llamar a la policía.
«Nadie reporta lo que sabe», dijo un habitante de La Estancia que por seguridad pidió no ser identificado.
«Puedes sentir el miedo… es palpable», dice.
Desde que el gobierno de México desplegó tropas para luchar contra los carteles de la droga en 2006, se han descubierto fosas comunes con una frecuencia asombrosa.
Un estudio dirigido por los periodistas Alejandra Guillén, Mago Torres y Marcela Turati encontró que al menos 1.978 fosas clandestinas fueron halladas entre 2006 y 2016.
Las autoridades han hecho poco por encontrar esas tumbas.
En cambio, los políticos han retratado rutinariamente a los desaparecidos como criminales, a pesar de la abrumadora evidencia de que hay muchos civiles inocentes entre ellos.
Cavando por los muertos
En todo México, muchos padres desesperados han emprendido la tarea de buscar los restos de sus hijos desaparecidos. Estas investigaciones informales han llevado a descubrimientos impactantes.
En 2016, una llamada anónima condujo a un colectivo a una zona boscosa en el estado de Veracruz, en el este de México. Allí fueron desenterrados al menos 298 cuerpos y miles de fragmentos óseos.
Pero los obstáculos para encontrar personas desaparecidas en Guadalajara se han multiplicado en los últimos años, según cuenta Guadalupe Aguilar, miembro fundador de Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos Jalisco.
Ella ha estado buscando a su hijo, José Luis Arana, desde que desapareció en las afueras de Guadalajara en 2011.
«En otras regiones, los delincuentes están más cerca de zonas rurales», indica Aguilar.
Explica que como en la ciudad es mucho más riesgoso transportar un cadáver, los criminales utilizan casas para esconder los cuerpos de sus víctimas.
«Siempre es más difícil buscar en una propiedad privada, porque se necesita una orden judicial para ingresar», dice.
Una ciudad en guerra
Un funcionario de la policía que habló con la BBC bajo condición de anonimato dice que dos organizaciones criminales están detrás de las fosas clandestinas en las casas de los alrededores de Guadalajara.
El primero es el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que el gobierno considera la organización criminal más violenta del país en la actualidad.
El segundo es Cartel Nueva Plaza, un grupo rival que se separó del CJNG en 2017, una ruptura que ha provocado la violencia en toda la ciudad.
«Estos grupos rentan (casas) a propietarios que no tienen idea de para qué se utiliza su propiedad», dijo el funcionario.
«También hemos documentado casos en los que simplemente las invaden. Encuentran propiedades deshabitadas y las convierten en casas de tortura o sitios de entierro», afirma.
Esta estrategia no se había visto en esta escala en México desde 2011, después de una serie de asesinatos masivos en el estado de Durango, ubicado en el norte del país.
Pero el funcionario de la policía advirtió que la táctica del entierro podría extenderse pronto a otras ciudades, ya que los delincuentes de Jalisco, particularmente los del CJNG, están ampliando su control en todo el país.
Las áreas pobres y poco pobladas son particularmente vulnerables a las invasiones de carteles.
El problema es tan grave en Chulavista, una zona de viviendas en las afueras de Guadalajara, que los lugareños tapan las puertas de las casas abandonadas para evitar que los delincuentes las tomen.