Caracas, 7 feb (EL PAÍS).- La Unión Europea y varios países latinoamericanos, encabezados por Uruguay y México, ensayarán este jueves en Montevideo un ejercicio de funambulismo de alto riesgo. El objetivo principal consiste en propiciar un diálogo político en Venezuela que evite opciones violentas. La propia jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, admite que la cuestión está difícil: la oposición, encabezada por Juan Guaidó, reconocido ya como presidente interino por numerosos Gobiernos extranjeros, rechaza todo diálogo porque, dice, solo supondría «alargar el sufrimiento del pueblo». «Asumimos un gran riesgo», dice Mogherini, «porque la situación no es alentadora».
Estaba previsto crear el Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela en las próximas semanas. Pero la autoproclamación de Guaidó como presidente, apelando a la supuesta ilegitimidad de la presidencia de Nicolás Maduro, y su rápido reconocimiento por Estados Unidos y muchos otros países de América y Europa ha precipitado los acontecimientos. La reunión de Montevideo, organizada a toda prisa, debería congregar a representantes de España, Francia, Reino Unido, Alemania, Holanda y Suecia, por la parte europea, y Uruguay, Ecuador, Bolivia, México y Costa Rica, por la parte americana.
México y Uruguay mantienen una posición particular. Proponen el llamado Mecanismo de Montevideo, con el que, «en atención al llamado del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres», coinciden en que «la única vía para abordar la compleja situación que prevalece en Venezuela es el diálogo para la negociación, desde una perspectiva de respeto al derecho internacional y a los derechos humanos», según un comunicado emitido en vísperas de la reunión. Ambos países proponen «una negociación inmediata» entre Gobierno y oposición. «El grado de complejidad de las circunstancias no es razón para desestimar las vías diplomáticas», dicen, desmarcándose de la reciente declaración del Grupo de Lima (12 países latinoamericanos, entre ellos Brasil y Argentina, y Canadá), que reclamó una inmediata renuncia de Maduro.
En la reunión de Montevideo se intentará adoptar una posición conjunta para dialogar con las dos partes en conflicto (se insiste en que no se trataría en ningún caso de una mediación) con el fin de conseguir la liberación de los presos políticos, dotar al Consejo Electoral Nacional de una «composición equilibrada» y preparar unas elecciones presidenciales en las que todos los candidatos puedan concurrir en igualdad de condiciones. Para Maduro, el Grupo de Contacto abre la opción de constituir una «mesa de diálogo» en Venezuela, algo que le conviene porque necesita tiempo para intentar calmar la efervescencia de la calle y frenar el rápido resquebrajamiento de su régimen. Las protestas masivas de la oposición han extremado la brutalidad represiva del Gobierno chavista.
Una dificultad añadida para el Grupo de Contacto radica en las divergencias dentro de la Unión Europea. Italia, Chipre, Grecia, Eslovaquia y Rumania no han reconocido a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, como presidente de la República encargado de convocar elecciones. Sí están a favor de la convocatoria de elecciones presidenciales. Son diferencias de matiz, según Mogherini, alejadas del rotundo respaldo a Maduro expresado por China, Rusia, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Bielorrusia, Turquía e Irán.
En principio, la posición de partida del Grupo de Contacto no es muy distinta a la que adoptó tres días atrás en Ottawa el Grupo de Lima. Ambos grupos rechazan todo tipo de intervención militar, algo que Estados Unidos no descarta, y piden al Ejército de Venezuela que deje de respaldar a Maduro. Pero el Grupo de Lima mira con cierta desconfianza al Grupo de Contacto impulsado por la Unión Europea, porque considera que sus iniciativas pueden derivar en maniobras dilatorias que ayuden a Nicolás Maduro a mantenerse en el poder. La jefa de la diplomacia europea descarta esa sospecha: asegura que el proceso a iniciar en Montevideo durará tres meses, ni un día más, y si a principios de mayo no se han logrado resultados, el grupo se disolverá. «Queremos diálogo, evitar la violencia interna y las injerencias internas, no ganar tiempo», dijo Mogherini.
El Grupo de Lima aplaudió el proyecto estadounidense de enviar a Venezuela ayuda humanitaria (alimentos y medicinas) por un importe aproximado de 20 millones de dólares. Canadá anunció por su parte un envío valorado en 40 millones de dólares. La idea es situar la ayuda humanitaria en zonas fronterizas de Colombia y Brasil y conseguir su introducción en Venezuela con el consentimiento del Ejército. Maduro, sin embargo, considera que esos envíos suponen una forma de preparar una intervención militar externa y los rechaza. El Gobierno de Caracas considera que toda intervención internacional en Venezuela, incluyendo la humanitaria, constituye una injerencia inadmisible.