La reciente actividad sísmica registrada en el océano Pacífico ha encendido las alarmas en Perú, Chile, Ecuador y Colombia. Un sismo de magnitud 5.0, ocurrido frente a las costas de Cañete, en Lima, ha puesto en el centro de atención a la Placa de Nazca, una de las principales responsables de la intensa actividad tectónica en la región.
El epicentro del movimiento telúrico se localizó a 40 kilómetros al oeste de Chilca, con una profundidad de 34 kilómetros. Aunque el temblor se sintió con fuerza en localidades como Lima, las autoridades descartaron riesgos de tsunami. Sin embargo, este evento es un recordatorio de la constante amenaza que representa la interacción entre la Placa de Nazca y la Placa Sudamericana.
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La Placa de Nazca forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, una región geodinámica que abarca 40.000 kilómetros y concentra el 90% de los terremotos a nivel mundial. Este cinturón incluye zonas altamente sísmicas como los Andes, Japón y la costa oeste de Estados Unidos. La fricción entre las placas tectónicas genera una acumulación de energía que, al liberarse, provoca sismos de diversas magnitudes.
En países como Ecuador y Colombia, la interacción de la Placa de Nazca con otras placas tectónicas incrementa el riesgo sísmico. Regiones como Nariño y Santander son consideradas áreas de alto peligro, mientras que en Chile, la memoria del devastador terremoto de Valdivia en 1960, de magnitud 9.5, sigue presente como un recordatorio de la fuerza de la naturaleza.
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Los expertos advierten que la actividad tectónica en la región no muestra signos de disminuir. En Perú, el Instituto Geofísico del Perú (IGP) ha identificado deformaciones en la corteza terrestre y la reactivación de fallas tectónicas como factores que podrían desencadenar nuevos movimientos telúricos. Ante este panorama, se insta a la población a seguir protocolos de seguridad sísmica.
La reactivación de la Placa de Nazca subraya la importancia de la preparación y la vigilancia constante en una región donde la tierra nunca deja de moverse. La cooperación entre países y la inversión en infraestructura resistente son clave para mitigar los impactos de futuros desastres naturales.