Rio de Janeiro, 30 Jul (EL MUNDO).- Al menos 57 presos murieron asesinados la mañana de este lunes durante un motín en una cárcel de Altamira, en el estado brasileño de Pará (norte), según informaron las autoridades locales, que atribuyen las muertes a una guerra entre facciones rivales del narcotráfico. Del total de víctimas, 16 murieron decapitadas, y los 41 restantes, asfixiadas por inhalación de humo.
La pelea empezó a primera hora de la mañana, aprovechando el momento en que se sirve el desayuno: los presos del bloque A, pertenecientes al Comando Clase A (CCA), una banda local de narcotraficantes, invadieron el anexo donde cumplen condena los presos del Comando Vermelho (CV), una de las facciones más poderosas del país, originaria de Río de Janeiro.
El CCA, a su vez, sería uno de los principales brazos del PCC en el norte del país. El PCC (Primeiro Comando da Capital) es una facción nacida en São Paulo y actualmente ya tiene presencia en todo Brasil y en países vecinos como Paraguay y Colombia. La disputa entre los aliados del PCC y el CV por el control de las redes del tráfico de cocaína está detrás de buena parte de los baños de sangre que puntualmente afectan a las prisiones brasileñas.
Después de la invasión y las primeras decapitaciones, la sala fue cerrada y los presos del CCA calaron fuego al recinto, provocando las muertes por asfixia de los presos rivales. Durante las cinco horas en que duró el motín, dos agentes penitenciarios llegaron a ser tomados como rehenes, pero fueron liberados enseguida.
Y es que la acción no tenía como objetivo reivindicar nada al poder público, se trataba de un ajuste de cuentas entre clanes enfrentados, según explicó en rueda de prensa el secretario de la Superintendencia del Sistema Penitenciario del Gobierno de Pará, Jarbas Vasconcelos, que confesó que las autoridades no estaban al tanto de lo que podía ocurrir: «No teníamos ningún informe de nuestra inteligencia reportando ningún ataque de esta magnitud», dijo.
La cárcel de Altamira es una de las más antiguas de la región, está enteramente administrada por el Gobierno del estado de Pará y según un informe reciente del Consejo Nacional de Justicia, hasta este lunes albergaba 311 presos, por encima de su capacidad real, de 163 detenidos.
Tras la matanza, el gobernador de Pará, Helder Barbalho, acordó con el ministro de Justicia, Sérgio Moro, trasladar a los líderes de las facciones a cárceles de máxima seguridad administradas por el Gobierno central.
La masificación es un problema crónico de las cárceles brasileñas y explica buena parte de sus problemas. Brasil tiene la tercera mayor población carcelaria del mundo, después de China y EEUU: 727.000 detenidos en un sistema que en realidad tiene 368.000 plazas. En las celdas, en condiciones totalmente insalubres, reina el caos: es común que los presos usen teléfonos móviles y armas blancas.
La masacre de este lunes en Pará es la más grave del año hasta la fecha, pero no se trata de un caso aislado. En mayo, 55 presos fueron asesinados en una cárcel de Manaos, en el estado de Amazonas.