El subteniente Joaquín Antonio Castellón Pezo, acusado por la muerte de dos comunarios y que casi fue quemado en el violento enfrentamiento en Cotapachi en Cochabamba, envió un mensaje entre lágrimas a sus camaradas pidiendo que no lo dejen solo.
“Mis jefes, coroneles, mayores, capitanes y camaradas… lo único que pido es que no me abandonen”, expresó en el audio difundido este miércoles. “Tengo miedo, no sé cómo terminará mi situación jurídica. Solo tengo a mis hermanos; dependen de mí. No me dejen”, dijo el teniente de la Policía.
El oficial permanece aprehendido a la espera de su audiencia cautelar, internado en un centro hospitalario de Cochabamba.
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Castellón también hizo llegar un informe completo al Comando Departamental de Cochabamba, dirigido por el coronel Alejandro Basto Rodríguez. Allí explicó que el operativo policial cumplía una orden de desalojo y que se vio obligado a usar su arma para proteger su vida y la de sus camaradas.
Según su relato, una turba de alrededor de cien personas los emboscó en la colina, golpeándolos, lanzándoles piedras, explosionando petardos y gritándoles que los matarían y quemarían. El oficial asegura que escuchó amenazas directas, como “mátenlos, quémenlos”, y que incluso observó a un manifestante con una botella de gasolina mientras otros pedían que les “echen el combustible” para quemarlos en el lugar.
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En su testimonio, afirma que inicialmente realizó disparos disuasivos al piso para intentar alejar a la multitud, pero que, al continuar rodeado y bajo agresiones, se vio obligado a apuntar directamente hacia uno de los atacantes. Explica que actuó en un estado de necesidad extrema, tomando decisiones que, según él, buscaban evitar que él y sus compañeros fueran asesinados o quemados vivos.
Tras su aprehensión, la Asociación de Suboficiales, Sargentos y personal policial de Cochabamba expresó su respaldo al subteniente mediante un pronunciamiento oficial. La organización rechazó la violencia registrada en Cotapachi y aseguró que las movilizaciones en Quillacollo, Colcapirhua y Cotapachi no fueron pacíficas, sino marcadas por agresiones, secuestros, uso de explosivos, armas letales y combustible para intentar quemar vivos a los policías, lo que provocó indignación en la institución verde olivo.

