La reciente partida del Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, ha dejado una profunda huella en Bolivia. Durante su visita a Bolivia, el líder de la Iglesia Católica marcó un hito histórico al abordar temas sensibles como la demanda marítima boliviana y los abusos cometidos contra los pueblos indígenas en nombre de la fe.
En su llegada al Aeropuerto Internacional de El Alto, Francisco fue recibido por el entonces presidente Evo Morales y una multitud de fieles. Su agenda incluyó momentos cargados de simbolismo, como la condecoración con la Gran Cruz de la Orden del Cóndor de los Andes y su discurso en el Palacio de Gobierno, donde expresó su apoyo a las aspiraciones marítimas de Bolivia. «No es injusto plantear ese anhelo», afirmó, refiriéndose al litigio con Chile en la Corte Internacional de Justicia.
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Uno de los momentos más emotivos de su visita fue su mea culpa en Santa Cruz de la Sierra, donde pidió perdón por los crímenes cometidos contra los pueblos originarios durante la colonización. «Se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios en nombre de Dios», reconoció el pontífice, dejando un mensaje de reconciliación y justicia.
Francisco también visitó el penal de Palmasola, donde instó a los reclusos a no perder la esperanza y llamó a las autoridades a abandonar la lógica de buenos y malos. Este gesto reforzó su imagen como un líder cercano a los marginados y comprometido con la justicia social.
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La visita del Papa Francisco no solo fortaleció los lazos entre Bolivia y la Iglesia Católica, sino que también dejó un legado de humildad y diálogo. Su mensaje sigue vigente en un país que aún lucha por superar heridas históricas y construir un futuro más inclusive.
Hoy, tras su fallecimiento, Bolivia recuerda al Papa Francisco como un guía espiritual que habló de mar, perdón y esperanza. Su legado perdurará como un llamado a la paz y la justicia en América Latina y el mundo.

