Un potente terremoto de magnitud 7.1 remeció las aguas del Pacífico al este de Tonga en la madrugada del lunes, generando una alerta de tsunami que posteriormente fue desactivada. El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) localizó el epicentro a una profundidad de 10 kilómetros bajo el lecho marino, aproximadamente a 90 kilómetros al sureste de Pangai y al noreste de Nuku’alofa, la capital tongana, cerca al continente asiático.
Tras el sismo, el Centro de Alertas de Tsunamis del Pacífico emitió una advertencia por posible tsunami, instando a los residentes de zonas costeras a trasladarse hacia el interior como medida de precaución. Sin embargo, horas más tarde, la alerta fue levantada al observarse que las olas registradas solo alcanzaron entre 0.01 y 0.05 metros sobre el nivel del mar, muy por debajo de las proyecciones iniciales de hasta 1 metro.
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A pesar de la intensidad del terremoto, las autoridades locales informaron que los daños fueron mínimos. En Nuku’alofa, la capital, se reportaron objetos caídos de mesas y paredes, pero no se registraron víctimas ni daños estructurales significativos. Las comunicaciones entre las islas del archipiélago permanecieron operativas, permitiendo a los residentes mantenerse informados durante la emergencia.
Este evento sísmico subraya la vulnerabilidad de Tonga, un país insular ubicado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, una de las zonas con mayor actividad sísmica y volcánica del mundo. En 2009, un terremoto de magnitud 7.6 sacudió la región, y en 2022, la erupción del volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha’apai provocó un tsunami que causó daños significativos en varias islas del archipiélago.
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Las autoridades locales han instado a la población a mantenerse alerta y preparada para posibles réplicas en los próximos días. Se recomienda a los residentes de áreas costeras revisar sus planes de evacuación y mantenerse informados a través de los canales oficiales de comunicación.
Este reciente sismo sirve como recordatorio de la importancia de la preparación y la resiliencia en comunidades propensas a desastres naturales, destacando la necesidad de sistemas de alerta temprana efectivos y planes de respuesta bien establecidos para minimizar riesgos y proteger a la población.